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Y cuando todo falle

América Latina se ha acostumbrado al papel de víctima. Resulta redituable enfundarse en el disfraz del eterno oprimido. A pesar de que la mayoría de países latinoamericanos obtuvieron su independencia hace dos siglos, todavía resulta una excelente opción culpar del rezago económico a los españoles.

El actual presidente de México pidió al Rey Felipe VI que España se disculpe por la Conquista. Fue un tema por demás ríspido, pues alborotó a las personas de ambos lados del atlántico.

La acción de López Obrador no solo es absurda, sino anacrónica. Parece que el equipo del presidente desconoce la historia de México, pues ya existe un tratado donde se aborda el tema.

En la página web de la Secretaría de Relaciones Exteriores mexicana aparece la versión en PDF del Tratado de Santa María-Calatrava. En el artículo segundo se lee: “Habrá total olvido de lo pasado y una amnistía general y completa para todos los mexicanos y españoles, sin excepción alguna…”.

¿Fue un descuido del nuevo gobierno izquierdista? Parece ser que no. El distractor es la herramienta favorita del socialista que ve fracasar sus políticas, busca incansablemente alguien en quien depositar sus culpas.

México lleva apenas cuatro meses siendo gobernado por el socialista que vivió doce años en campaña política permanente. Los estragos en tan poco tiempo ya son numerosos; escasez de gasolina, cancelación de proyectos millonarios, desabasto de medicamentos, universidades en paro, empresas en huelga, despidos masivos, asesinato de opositores políticos y un largo etcétera.

Un par de días antes de la insulsa petición de disculpas, López Obrador había sido abucheado por el público en la inauguración de un estadio de beisbol. El periodista Alejandro Cacho reportó en su columna para El Heraldo de México que las rechiflas comenzaron en cuanto el presidente salió del túnel.

Durante sus doce años en campaña electoral, López Obrador se acostumbró a seleccionar a su público, sólo quería oír halagos y gritos de esperanza. La realidad lo devoró. Después de cuatro meses gobernando, incluso algunos que votaron por él comienzan a arrepentirse de haberlo hecho.

Ya no podía culpar a la Mafia del Poder, ni a Felipe Calderón, ni a Enrique Peña Nieto, ni a Televisa. Fue entonces cuando con vileza y cobardía decidió abrir la vieja herida de la Conquista.

Los mexicanos más ingenuos cayeron en la trampa. En las redes sociales los vituperios y las calumnias fueron imparables durante días. Soltaban mentira tras mentira, inventaban cifras sobre exterminio indígena, tergiversaban los códices. Hicieron lo único que saben hacer  los adoctrinados marxistas: repetir las mentiras de su líder.

Afortunadamente cada vez son más los mexicanos que conocen las Leyes de Burgos que protegían a los indígenas. Cada vez son más quienes saben que Isabel La Católica ordenó que se tratara con respeto a los indios. Cada vez son más quienes valoran el legado hispano que permanece en América Latina en forma de arquitectura, gastronomía, costumbres y tradiciones.

El truco de culpar a los españoles está dejando de rendir frutos. Los izquierdistas pronto tendrán que buscar nuevos culpables para justificar la pobreza, la delincuencia, la violencia y el atraso en América Latina.

Por lo pronto, López Obrador va dándose cuenta de que fue fácil timar a 30 millones de personas, pero que va a ser imposible convencer a los otros 60 millones de que está haciendo un buen trabajo. Esta vez fue la Monarquía española ¿Quién será su próximo chivo expiatorio?

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