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Todos, todas y todes

Por: Yorbis Esparragoza | Lic. en Filosofía.

Una “nueva” manera de expresarse toma auge cada día entre los activistas de la ideología de género, como protesta ante una supuesta desigualdad social. Se trata de grupos oprimidos que exigen al Estado cuotas de privilegios con promulgación de leyes.

El lenguaje inclusivo

A mediados del siglo XX, un grupo de intelectuales conformado principalmente por Max Horkheimer, Jürgen Habermas, Theodor W. Adorno, Herbert Marcuse y Erich Fromm, constituyeron la Escuela de Frankfurt para destruir al capitalismo y sus instituciones (tarea que le había dejado Marx), reconstruyendo la cultura occidental.

1. Por cultura se entiende un complejo cúmulo de ideales, comportamientos, conocimientos, expresiones, hábitos y creencias de una sociedad.
2. Para reformarla, porque la que existe “es esclavizadora”; los filósofos aconsejaron, entre otras cosas, modificar al lenguaje.

En el siglo XXI vemos el logro de su progresivo trabajo reformador con la ideología de género. “Les padres, les madres, indecises, nosotres, diputades…” son algunas expresiones del lenguaje inclusivo que elimina los géneros en las palabras y los suplanta por una “e” o “x” como signo de neutralidad, de esta manera aquellos que no se perciben como hombre o mujer serán reivindicados dentro del lenguaje. Pero esto es solo una de la tantas estrategias que tiene la izquierda con nosotros, bien lo expone Agustín Lage en su libro El libro negro de la nueva izquierda, diciendo que “en Alemania no sólo se está experimentando con el lenguaje en los centros de educación preescolar, sino también con el modo de vestir y, así, se insta a los niños a que elijan ropa de niña y a las niñas a que escojan ropa de niños, a quienes además no se los puede tratar de “él” o “ella” para no “inculcar estereotipos de género” (p. 96).

Estas iniciativas suponen la negación de lo que por naturaleza somos, se insiste mucho en un mundo “asexuado” que a simple vista connota “homosexualidad”. La idea es que los fondos públicos sean direccionados para pagar sus imposiciones y se empobrezca a la población con más impuestos.

Siguiendo con Lage, en Andalucía, España, ya se cuenta con inspectores estatales que vigilan celosamente que profesores, profesoras y estudiantes no usen lenguaje impregnado de género: obligatoriamente se debe usar “alumnado” en lugar de “alumnos”, “profesorado” en lugar de “profesores”, “la adolescencia” en lugar de “los adolescentes”, “personal investigador” en lugar de “investigadores”, entre otras ocurrencias por el estilo ¿De dónde sale el dinero para pagarles a los inspectores del lenguaje? Claro, no de los políticos, sino de los ciudadanos; se desvía dinero que puede invertirse en seguridad o autopistas para hacer la revolución cultural.

La batalla es cultura y aunque esta iniciativa no es todavía aceptada por la sociedad, estos movimientos son insistentes y ya han logrado que algunos gobiernos laxos y colaboradores proclamen leyes o paguen vigilantes en contra de la familia, el orden y las tradiciones.

@YorbisEP

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