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Los militantes del partido o The sons of the Baker Woman

¿Qué es un militante?

La pregunta en los años 60, 70 y hasta 80 era de evidente respuesta: un militante es “alguien que milita en un partido”, sin embargo, creo que esta palabra ha sido secuestrada por las ideologías políticas para convertir la política en una eterna pugna por el poder, lo cual es cierto, más no el cien por ciento.

El haber extraído la palabra del argot MILITAR, trajo como consecuencia cualquier cantidad de deformaciones o vicios del carácter de quien, al inscribirse en un partido, debería ser llamado PARTIDARIO; lo que pienso ocurrió fue que al emplear el otro término, una cantidad de enfermedades y vicios encontraron espacio para enquistarse en la cultura de los partidos. Así, surgieron los militantes que con poca educación eran MANDADEROS  de los intelectuales del partido, así como los ordenanzas de los oficiales en el siglo XVII, XVIII, XIX, XX y, hoy día, en algunas fuerzas armadas de Latinoamérica.

En romerías del interior se encontraban los “comités logísticos” que se encargaban de actividades tan variadas que iban desde reservar hoteles y posadas hasta cocinar parrillas y cantar joropo, mientras los militantes INTELECTUALES aparentaban disfrutar de los jolgorios para después retirarse a cosas muchísimo más importantes en aras de la victoria electoral.

El lector pensará: “bueno y entonces, ¿quién se tendría que encargar de eso, que es tan necesario? Yo respondo: no reniego del qué, reniego y aborrezco el cómo.

A diferencia de ser militante (algo que suena como a servir hasta perder la vida, por razones más o menos obvias), un partidario es alguien que de forma consciente coincide con la ideología que profesa el partido en el cual se ha inscrito y que sobre la base de esa coincidencia, está dispuesto a impulsar con su esfuerzo la DIFUSIÓN de la imagen del partido, su ideología y su propuesta política como tal. El término también es igualitario, pero en forma más virtuosa que en el término militante.

Pero ahora viene lo más importante de la diferencia: si en algún momento usted deja de pensar como se piensa en el partido, simplemente usted deja de ser PARTIDARIO, algo que a ojos y oídos suena menos agresivo que dejar de militar, lo cual es percibido como una traición y falta a la ética, LO QUE DEFINITIVAMENTE NO TIENE PORQUÉ SER INTERPRETADO SIEMPRE COMO TAL.

Probablemente, este breve escrito intentando rescatar el respeto por llamar algunas cosas por su nombre, pudiera pasar desapercibido por considerársele intrascendente, pero debo recordar que uno de los más grande problemas que tenemos actualmente los venezolanos es creer que todos somos soldados, que todos estamos en guerra y que cualquiera puede ser comandante militar de algo, solamente por el hecho de ser el consentido de alguien con poder para regalar gorras con laureles o uniformes inventados.

Debemos pasar por dos desengaños, enfrentarlos en forma madura y seguir adelante hacia nuestro crecimiento político:

  • Debemos quitar el lenguaje militar de la jerga política para rescatar el nivel de la principal ciencia para el crecimiento y desarrollo de los pueblos y
  • Debemos comenzar a respetar al PARTIDARIO que, si bien la vida no le ha permitido tener la preparación académica para ocupar los más altos cargos dentro del partido, deberían esos partidos -por respeto- IMPULSAR LA EDUCACIÓN, no solamente política, en sus partidarios para enriquecer y enaltecer la discusión del pensamiento, siempre orientándola a la defensa racional de su postura social sin traicionar los valores universales propios de la virtud cívica.

Cuando comiencen los partidos a reinterpretarse como organizaciones de alineación con un ideal y dejen de ser grupos de carnetizados para referencias posteriores, el salto será cuántico hacia la verdadera libertad y hacia la legítima República.

@Joalsaro

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