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Los izquierdistas no se arrepienten

Ha pasado más de un siglo de la instauración del socialismo en Rusia. En Cuba llevan más de cincuenta años viviendo bajo el socialismo. Venezuela tiene veinte años sobreviviendo al socialismo que les dejó Chávez. Y México lleva, tras una larga historia de socialismo, apenas ocho meses padeciendo el socialismo de AMLO.

¿Cuál es la respuesta de los izquierdistas cuando se les inquiere sobre el fracaso de los sistemas que tanto alaban? “Es que no era verdadero socialismo”, responden con un cinismo que da grima hasta al más tolerante opositor.

La contundencia del fracaso socialista no les parece suficiente prueba. Como es normal en ellos, se rehúsan a aceptar la realidad, no hay dato ni estadística que los haga comprender que desde un principio su proyecto estaba destinado a fallar.

Actualmente, en México, pese a las malas decisiones que está tomando el Ejecutivo Federal en detrimento de la economía mexicana, la mayoría de votantes de AMLO siguen expresando un ferviente apoyo al líder de izquierda.

La crisis en el sector salud, los despidos masivos, la súbita caída de las cifras macroeconómicas los tienen  sin cuidado, aunque ello afecte directamente a sus bolsillos. No son tan distintos a los chavistas que arguyen que no tienen comida, pero tienen Patria.

Les resulta poco menos que imposible reconocer y enmendar el error de haber creído en las palabras timadoras de un individuo obsesionado con el poder. Lo mismo ha pasado desde 1917, cuando ven fracasar los postulados de Marx tienen la osadía de dar media vuelta y decir con tranquilidad que aquel desastre que ellos forjaron no era socialismo.

Mises comprendió que este ya no es un asunto de Teoría Económica, sino psicológico. En su libro Liberalismo habla sobre el Complejo de Fourier, en el que hace referencia al izquierdista que no muestra ni un ápice de arrepentimiento por causarle tanto daño a las sociedades con sus teorías inviables:

“El neurótico se aferra tenazmente al engaño que se ha construido con sus propias manos, y cuando se encuentra ante la elección entre renunciar a él o al razonamiento lógico, prefiere sacrificar la lógica”.

Para el izquierdista es simple renunciar a la lógica con tal de ensalzar sus causas, quizá por ello son fervientes defensores del relativismo. Una vez que te han dejado sin carne, te convencen de que su consumo es perjudicial para la salud y que en realidad te están beneficiando. Son maestros en tergiversar la realidad.

Continúa Mises diciendo que “está uno resentido cuando odia tanto que no le preocupa soportar daño personal grave con tal de que otro sufra también”.

Ese es el consuelo eterno del izquierdista. No hay medicamentos… pero van a acabar con la corrupción expropiando empresas. No hay comida… pero tenemos soberanía nacional. Nos rebasa la violencia y la delincuencia… pero estamos libres de las garras del imperialismo. ¿Qué importa si mis hijos mueren de hambre si le van a quitar su fortuna a Carlos Slim? Crueles postulados que emanan de las bocas más fanáticas.

De igual forma, el ensayista argentino Enrique Arenz aborda el tema de la personalidad izquierdista. El siguiente párrafo es de una precisión asombrosa:

“El síndrome izquierdoso nos induce a resistir los profundos cambios que deben realizarse. Con lo cual no hacemos otra cosa que exteriorizar nuestro miedo a quedar expuestos a ocupar en la vida el verdadero lugar que nos merecemos. La mediocridad servil, pero ilusoriamente estable y exenta de sobresaltos, parece preferible a la libertad con sus riesgos e incertidumbres”.

El izquierdista se niega a asimilar la realidad porque no se siente capacitado para afrontarla. Es por eso que le resulta cómodo excusar a sus líderes porque de ese modo excusa sus propios fracasos.

Está incapacitado para reconocer la inviabilidad del socialismo, porque ello implicaría tomar en sus manos la responsabilidad de su propio futuro. El izquierdista necesita excusas no solo para su sistema, sino para sí mismo. Él debe tener a quién culpar.

Los izquierdistas no miran con terror el caos en el que sumergen a poblaciones enteras. Una vez que la destrucción y el hambre llegan, ellos continúan esperando un líder que ahora sí aplique de forma adecuada el socialismo… y así llevan más de cien años.

Los opositores, ingenuamente, a veces tenemos la esperanza de que los izquierdistas abrirán los ojos, que reconocerán sus fallas por otorgarle tanto poder a un individuo, pero eso no pasará. Los izquierdistas no se arrepienten.

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