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Campañas políticas secretas en la era del mundo digital

“Michael Corleone: Nada personal, son solo negocios”.

El Padrino. 1972. Francis Ford Coppola.

Recientemente se ha reseñado —a manera de suceso inesperado— el famoso escándalo de apropiación de información virtual por parte de la empresa Cambridge Analytic sobre los datos de más de 87 millones de usuarios de Facebook en el año 2014, a través de un test de personalidad realizado por una tercera empresa que había adquirido la compañía mencionada para tal fin.

Así, cuando un usuario realizaba el referido test, no solo todos sus datos eran absorbidos por la aplicación y terminaban en una gigantesca base de datos de la empresa Cambridge Analytic, sino que también corrían el mismo destino los de todos sus contactos, situación que ocasionó que la empresa pudiera almacenar datos de aproximadamente 87 millones de usuarios, en su mayoría ligados a los Estados Unidos de Norteamérica. Esta empresa de asesoría política internacional —que hasta la fecha ha participado en al menos dos centenas de campañas políticas, de modo directo o secreto a lo largo del mundo— calificaba esta información obtenida a través de la creación de perfiles psicológicos de cada usuario,  lo cual a través de diferentes algoritmos podía servir para determinar estadísticamente, con más del 90% de efectividad, sus preferencias sexuales, intelectuales, pero sobre todo sus preferencias políticas, llegando a un nivel claro de definición de la intención de voto.

Al respecto, entre noviembre de 2017 y enero de 2018, el Canal 4 de la televisión británica realizó grabaciones ocultas a diferentes miembros de Cambridge Analytic, quienes señalaron que parte fundamental de su praxis en el mundo se fundamentaba en sobornar a políticos inmersos en campañas electorales, así como en la utilización de trabajadoras sexuales, con el objeto de mellar la imagen del político adversario frente a aquel por quienes son contratados; todo ello para luego publicarlo a través de las redes sociales, de ser el caso, y afectar su credibilidad ante el electorado.

Ahora bien, estas publicaciones difamatorias implican un fuerte grado de instrumentalidad y exactitud, dado que las publicaciones no se realizan a través de vulgares campañas de spam, sino con la creación de miles de perfiles falsos en las redes sociales con los cuales propagar estos hechos. A mayor abundamiento, durante estas grabaciones ocultas, el propio presidente ejecutivo de Cambridge Analytic, Alexander Nix, confirmó que realizan campañas políticas clandestinas a lo largo del mundo a través de terceras compañías que adquieren —como el caso de la que operó en la trama de Facebook— subcontratistas, además de confirmar la importante labor que cumplen las trabajadoras sexuales en este contexto.

Sin embargo, a pesar de todo lo anteriormente señalado, el ojo del huracán no ha estado centrado sobre Alexander Nix o Mark Turnbull, quien funge como Director General de una de las compañías que le suministra datos para campañas políticas a Cambridge Analytic, o sobre su propio Director de Datos, Alex Tayler; por el contrario, se ha colocado sobre el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg.

En días pasados, Zuckerberg acudió al Senado de los Estados Unidos de Norteamérica a responder largas rondas de preguntas por parte de los senadores, y quedó en evidencia parte de su responsabilidad por el hecho, dado que a pesar de haberse enterado de la profanación de la información a través de su red social en 2014 por parte de Cambridge Analytic, no dijo nada a sus usuarios, conformándose con señalar que en 2015 había enviado una comunicación tanto a la empresa en cuestión como a Alexander Kogan (profesor de la Universidad de Cambridge y mente maestra detrás de la obtención de la información), solicitando la eliminación de la información inadecuada que habían obtenido, y que había sido sorprendido en su buena fe cuando hace pocas semanas fue público el escándalo y tuvo certeza de que no había sido desechada la información en cuestión. Un caso de declaración de ingenuidad que claramente se configura como impericia.

Sin embargo, una cosa es considerar en justa proporción la responsabilidad de Zuckerberg y otra es tenerlo como el responsable absoluto de la apropiación de los datos, lo cual considero que es una clara desviación del objetivo correcto, toda vez que a pesar de que tiene una alta responsabilidad por no haber tenido mayores controles de seguridad en Facebook en el 2014 para evitar esto, es un hecho que el uso de los datos fue realizado por Cambridge Analytic de manera efectiva e inescrupulosa, ya que no podemos olvidar que esta fue una de las empresas que asesoró a Donald Trump en su exitosa campaña política del año 2016.

En concordancia con lo anterior, hay que recordar que fue comprobado por parte del Senado de los Estados Unidos la existencia de miles de trolls virtuales diseñados en Rusia, que circularon durante la campaña electoral de Trump por las redes sociales y que fomentaron el desencuentro social y racial de los norteamericanos, suponiendo un claro aliciente a la campaña de Donald Trump “Make America Great Again”, que claramente navegaba muchas veces sobre estas aguas a través de su propuesta de construcción del muro, deportaciones masivas y criminalización primaria de culturas como la musulmana.

En conclusión, para quienes tenemos las campañas políticas como objeto de estudio académico, no se nos puede pasar por alto que la ruborización y poca exactitud con la cual se tratan los temas digitales por considerarlos sujetos de un futuro lejano —el cual ya llegó—, ocasiona esta clase de paradojas, dado que la tecnología no ha conllevado a una nueva forma sustancial de hacer política, solo ha cambiado sus medios, pudiendo carecer su desempeño de escrúpulos a niveles desorbitantes -como en el caso en cuestión-, ya que se debe entender que en política una cosa son las tácticas que deban usarse en desmedro del adversario, bien sea de manera activa o pasiva, y otra muy diferente es obrar de un modo totalmente carente de ética. Aceptar lo contrario sería congraciarnos con la figura del Padrino de Ford Coppola, que cité al inicio del presente artículo, cuando definió el resto de su carrera criminal al afirmar que sus actuaciones no eran nada personales, sino cuestión de negocios.

@cperezguevara

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