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¿Por qué estudiar política en la Venezuela chavista?

“Sexto: A un hombre se le puede romper la cabeza, apresarlo, sofocarlo, pero ¿cómo luchar contra una idea?

Messala: Te diré de qué modo: ¡con otras ideas!”

Ben Hur. 1959. William Wyler.

La lucha política en la Venezuela secuestrada por el chavismo, socialismo del siglo XXI o cualquier otro mote con el que se conozca al fenómeno rapaz que ha privado de libertad a la República de Venezuela desde los albores del año 1999 hasta el actual siglo XXI, ha perdido cualquier ribete de calidad científica, académica o ética, para convertirse en una lucha tribal llena de pasiones clientelares y analistas tarifados que contrariamente a intentar cambiar o mejorar el status quo político actual, se contentan con adelantar supuestos análisis comiciales a fin de perpetuar en el poder a esta forma de neotiranía.

En esta Venezuela sin discursos de contenido político real, plagada de peleas procaces, de conmiseración por la súplica caudillista, inmersa en un contexto social ahíto de hambre, miseria y delincuencia, ¿vale la pena estudiar política, entender sus estrategias o comprender la manera en que se conforma la más mínima opinión política en sus ciudadanos? La respuesta inevitable a esta cuestión debe ser irrefrenablemente que sí. Dada la contundencia de esta sentencia afirmativa luego de un planteamiento tan desfavorecedor y desolador, es necesario explicar el porqué de una respuesta por demás difícil.

La historia de las sociedades se desenvuelve en un devenir lleno de continuidades y rupturas de procesos sociales y políticos que encajan en la nación donde se desenvuelven para ser llamados historia nacional. Esta historia suele ser embellecida en patrones chovinistas que pretenden desdibujar errores y maximizar virtudes de hombres o grupos que han participado en ellas, lo que en sociedades como las latinoamericanas hace tener la certidumbre en el gendarme necesario, el líder fuerte o el “libertador” de turno. Este devenir es considerado un proceso de continuidad, nocivo lamentable, pero existente de modo claro.

No obstante, el único modo de llegar a la ruptura de estos procesos de continuidad es a través de diversas formas de resolver las situaciones existentes, lo cual se da exclusivamente con la inserción de ideas que modifiquen la praxis.

En el caso venezolano, la única manera de suplantar este lamentable proceso de continuidad que se ha dado en casi todos los doscientos años de historia, en el cual se le da veracidad al discurso cuasi profético y vacío de contenido ético o académico de los caudillos,  es con otro discurso, uno preparado, ético y lleno de intelectualismo producto de las ciencias sociales más importantes que produzcan una política de calidad.

Por ello, la única manera de cambiar la forma tribal y chovinista de hacer política real en la Venezuela secuestrada por estos individuos debe ser necesariamente con otro pensamiento, tal como señaló William Wyler en su laureada película de 1959 cuya frase encabeza este artículo, con otras ideas.

Estoy plenamente convencido de que nos encontramos en el mejor momento de la historia contemporánea de Venezuela para hacer política, para mejorar las ideas, después de todo, la política no debe ser más que el modo de llevar a la praxis aquello que pensamos en la cotidianeidad que llevamos a cabo junto con nuestros semejantes.

@cperezguevara

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