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El ‘pobrecitista’ electo, una posible amenaza a la democracia

Por: Yorbis Esparragoza | Lic. en Filosofía.

No hay nada más valioso para los medios amarillistas que un candidato pobre obteniendo el éxito electoral. Chávez nunca dejó de explotar esa imagen, jamás abandono los recuerdos en Sabaneta, el llano venezolano, las alpargatas, el liqui liqui, la cárcel y el ranchito. Maduro cada tanto regresa a sus ilustres momentos como chófer de autobús y a sus hazañas en la juventud como revoltoso de izquierda en Caracas. Evo, como líder sindicalista e indígena, insultaría a su pueblo si dejara morir al negocio cocalero, sus raíces.

Para Juan Claudio Lechín en Las máscaras del fascismo, el candidato pobre victorioso es la constatación de que los postulados liberales del trabajo y el esfuerzo dan como resultado el ascenso social. Esa afirmación no sería discutible si se tratara de una persona íntegra la que llega al poder, con palpables demostraciones de crecimiento personal y profesional. Pero los ya mencionados, y muchos más que se suman a la lista, han usado el mero discurso demagógico y ‘pobrecitista’ para ascender, y eso no es liberal sino tiránico.

Los ejemplos dados fueron hombres pobres hasta que tomaron el poder,¿casualidad? Sin duda, no. La conversión de vasallo a plebeyo, muy digna de respeto para la opinión pública, no fue conseguida sólo por cumplir deseos propios de opulencia y prestigio, sino también porque la gente los prefiere ricos, prácticamente los excusan, no les importa la procedencia de sus fortunas (obvio que de fondos públicos). La evidencia la tenemos con “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay, una excepción que perdió popularidad por su vida austera antes, durante y después de su mandato. Entonces, los ciudadanos no quieren corrupción pero no aguantan la idea de que su presidente ande con un viejo Volkswagen, no use twitter ni tenga correo electrónico. La causa de ello es la ignorancia de lo que un político debe o no hacer, simplemente no es el dueño de la cosa pública y, por tanto, no puede ni debe disponer a su antojo de lo que no le pertenece.

Lechín nos dice que tales manifestaciones de redentor elegido, pronto revelan al traidor cuando comienza a destruir el sistema democrático que lo impulsó, con la premisa de reivindicación de derechos de los más necesitados y con la complicidad y colaboración de intelectuales y políticos que lo elevan en su amañado sistema. Quiere decir que el ‘pobrecitista’ viene a vengarse de las instituciones tradicionales que no lo dejaron llegar más temprano al poder, el típico tirano.

Mientras que Donald Trump enfrentó cuatro bancarrotas, décadas antes de su postulación a la presidencia de los EE.UU. y no precisamente por ello se le apoda magnate empresarial, sino por su gran capacidad para hacer negocios y renacer de las cenizas, poseyendo un patrimonio para el 2018 de $3,1 miles de millones (Forbes); por otro lado, Cristina Fernández de Kirchner enfrenta en Argentina juicio por enriquecimiento ilícito, ya que es imposible explicar que su patrimonio en los años de gestión aumentara 843,25% (Fuente) con sueldo presidencial.

Entonces ¿la opinión pública es susceptible al discurso ‘pobrecitista’? Dependerá del lugar, condiciones económicas, cultura y educación. Recordemos que la opinión pública en estos temas es el resultado de una comunicación política direccionada a responder necesidades evidentes; si una es mediocre, la otra lo será. Aunque haya agentes aislados intentando mostrar lucidez intelectual, el vulgo es quien digiere la información política y decide. En países pobres e ignorantes esta ecuación es aplicable aunque no exclusiva, tuvimos a Obama recientemente en uno de los países más prósperos del mundo, pero con un evidente deterioro progresivo de sus ideales.

Bien lo han hecho saber los gobernantes con discurso ‘pobrecitista’, no quieren que salgamos de la pobreza, porque de conseguir aumentar los ingresos y calidad de vida para llegar a la clase media, tanto el discurso como el mandatario neomonarca caerían al abismo. Estos regímenes son muy astutos y saben de lo que carecen sus naciones para dominarlas, ofreciendo paraísos imposibles.

El ‘pobrecitista’ con presunciones de monarca manipulará siempre los sentimientos y usará el victimismo como arma reivindicativa de derechos supuestamente perdidos, queda de parte de la ciudadanía identificar al futuro tirano desde sus inicios para defender sus libertades.

Lamentablemente, en Venezuela se tuvo que llegar al camino de servidumbre para despertar el interés en la política pero, el peligro de un nuevo mesías nunca debe subestimarse. Próximamente, México y Colombia tendrán la oportunidad de elegir el sendero de la esclavitud o de la libertad. En los discursos demagógicos de Gustavo Petro y Andrés Manuel López Obrador se reconocen indicios claros del abultamiento del gasto público en defensa del pobre, con detrimento de la propiedad privada, la familia y la economía. Dudemos de los candidatos que ofrecen soluciones mágicas a la pobreza, haciendo uso irresponsable del dinero que no les pertenece.

@YorbisEP

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